O ¿EN QUE MOMENTO SE JODIÓ EL PERU?
Generaciones atrás solíamos tener directores de medio con un interés en el desarrollo del país. Pedro Beltran enviaba a sus periodistas a entrenarse en el extranjero en los mejores medios. Para Alejandro Miro Quesada, el periódico era el «libro del pobre». Pensaba que el periodismo permitía poner la cultura al alcance de todos, viajó a cada región del Perú levantando información y creando un proyecto de desarrollo para el país.
En ese entonces, se mantenía la independencia del diario prohibiendo que cualquier director o jefe de sección perteneciera a un partido político o tuviera relación con una empresa transnacional. Oscar Miro Quesada de la Guerra transmitió la universidad de manera sencilla a través de las páginas del diario para que la gente se educara y saliera adelante.
Nada de eso ocurre hoy. La nueva generación de directores de medio tiene un solo interés: aumentar la lectoría y el flujo de dinero, independiente de si transmiten conocimiento o si guían al país hacia algún lado. La noticia que más vende es la que se publica, sin importar si apela a la curiosidad más morbosa. Los asesinatos, los chismes y el debate político sin trascendencia reinan en la comunicación.
En una era que destaca por el fácil acceso a las comunicaciones se distribuye menos información de valor. La cantidad, la chatarra noticiosa, sirve para ocultar la falta de calidad y la carencia de sustancia en la difusión.
Decenas de investigadores y científicos extranjeros estudian problemas peruanos. Desde cómo limpiar las aguas contaminadas por minerales con guano de alpaca, cómo construir viviendas de adobe mejoradas, cómo incrementar la fertilidad de las tierras selváticas o cómo entender las raíces económicas milenarias del cooperativismo andino con algoritmos. Estos investigadores vuelven a sus países y allí publican a duras penas en revistas científicas en su idioma. No son revisadas por ningún director de medios peruano, nadie en Perú está encargado de leer este conocimiento gratuito. No son transmitidos a nuestra población ninguno de los conocimientos científicos que tiene al Perú como protagonista.
Pero dejemos de lado el conocimiento específico y vamos a lo más trascendente. Centrémonos en algunas cosas cuyo conocimiento y análisis es accesible a todos y generan el mayor impacto en nuestra calidad de vida.
Algo de contexto
En economía, se entiende que en el mejor de los casos, el ahorro total de la población es equivalente a la inversión. Es el ahorro lo que podemos destinar a inversión. Y no podemos invertir más que lo que ahorramos. Ya sea lo que ahorremos ahora, o lo obtenemos de prevender nuestros ahorros futuros, como cuando alguien nos da un préstamo.
No hay más inversión que el ahorro. Tanto si lo invertimos directamente, o si lo ponemos en el banco. Si no lo invertimos nosotros y lo ponemos en el banco, este lo presta a empresas que lo invertirán por nosotros. Pero, nuevamente, la inversión nunca puede ser mayor que el ahorro.
Las empresas ahorran cuando quieren realizar inversiones. O piden préstamos sobre sus ahorros futuros. Lo ahorrado -la diferencia entre lo que gastamos y lo que recibimos- es lo que se nos permite invertir. Solo lo que ahorramos puede convertirse en inversión.
¿Por qué es tan importante el ahorro o su contraparte, la inversión? Dicen que la inversión crea trabajo. No es exactamente cierto. La gente que trabajaba cuando se realiza una inversión, ya estaba haciendo otra cosa. No es creación de empleo lo relevante. Lo que hace la inversión es permitir a la gente hacer más cosas con la misma cantidad de tiempo. La inversión aumenta la producción por hora-hombre de trabajo. Por ejemplo, cuando una costurera invierte en una máquina de coser. O un aspirante a programador invierte en una computadora. Su tiempo ahora produce más. Una máquina que permite producir más correas en la misma cantidad de tiempo cuesta dinero. Capacitarse para ser más productivo cuesta dinero. Ambos son ejemplos de inversión. Invertir hoy para tener cómo producir más mañana.
Los países desarrollados tienen una inversión promedio por cada puesto de trabajo de 30,000 dólares. Pero la producción promedio por trabajador es, casualmente, de alrededor de la misma cifra: 30,000 anuales. La inversión promedio por puesto de trabajo en Perú es de 3,000 dólares. Y nuestra producción por trabajador es más o menos equivalente. El camino al desarrollo es un camino que pasa necesariamente por mayor inversión por puesto de trabajo.
Lo bueno de la inversión es que genera retornos. Una buena inversión permite luego invertir en otra cosa, pues el capital retorna más una ganancia. Esto nos pasa a las personas naturales cuando invertimos en una carrera, y ocurre en las empresas cuando invierten en maquinaria. Igual sucede con los estados. Nuestra inversión conjunta más grande es lo que logramos que el Estado ahorre y luego invierta por todos nosotros. Ahí es donde ponemos la bolsa común, la inversión sumada de todos los peruanos para hacer las cosas más grandes, las que solo entre 30 millones de compatriotas unidos se pueden realizar. Es ahí donde está la mayor ganancia y la mayor capacidad de cambiarle la vida a los peruanos.
Es la inversión conjunta la que tiene el tamaño necesario para producir mayor cambio. Una carretera que une dos ciudades es una inversión que ninguno podría hacer solo. Se necesita algo complejísimo de lograr en una generación y que inventamos hace miles de años: un Estado con la capacidad de forzar las expropiaciones, eliminar cualquier intento de bloqueo y que tenga los fondos para emprender la obra. En contraparte, las ganancias para la sociedad en tiempos antiguos fueron astronómicas. Unir dos ciudades puede significar que la mitad de la capacidad de producción se coloque en lugar de perderse.
Del mismo modo ocurrió en la antigüedad con las irrigaciones: son sumamente complejas; tienen decenas de kilómetros de recorrido y no sirven para nada si no se puede garantizar que nadie al comienzo del camino va a llevarse el agua sin permiso. Necesitan el trabajo de miles. En contraprestación, la población pasa de sembrar 20 árboles regandolos manualmente, yendo y viniendo con un cántaro al río, a poder sembrar 1,000 o 2000 árboles por familia, regándose por gravedad abriendo una compuerta. Esto, multiplicado por toda la población, permite una explosion de riqueza, tiempo libre, la creación de ciencia, arte, expansión demográfica y un gigantesco incremento de la cantidad de conocimiento que ahora se tiene el tiempo de adquirir.
El ahorro de nadie ni el de todos juntos, invertido individualmente, puede generar nada remotamente parecido al 1% del incremento en productividad que generan las obras de escala nacional. Así de monstruosa es la diferencia.
Para eso las sociedades formamos estados y nos subordinamos a ellos, porque es la forma de lograr las cosas que no podemos hacer solos, las que generan los mayores retornos.
Centrándonos en Perú
El ahorro de mi generación, el tiro que teníamos para apuntar al desarrollo, nuestra única bala, se desperdicio íntegramente. Se invirtió en cosas poco rentables y el capital ya no va a retornar más. Las nuevas generaciones tendrán que empezar ahorrando de cero, porque nosotros no les dejamos nada. El dinero invertido en las últimas dos décadas se fue para siempre, no volverá jamás, ni el capital ni las ganancias, ese dinero no aumentará la productividad de nadie.
Todas y cada una de estas inversiones se realizaron a la vista y paciencia de la prensa, que no las analizó, no las auditó y, en todo caso, las aplaudió. Los medios que gastan millones de dólares cada uno en planteles de redacción, no invirtieron en conseguir asesoría gratuita de expertos bien intencionados que les pudiera dar una opinión informada.
Acá una relación de en qué se fue la oportunidad de una generación.
Carretera Interoceánica Sur.
Une Perú con el Estado de Acre en Brasil. Se presupuestó en 800 millones de dólares. Terminó costando 4,000 millones de dólares. Cinco veces más. Desde su concepción décadas atrás, ningún medio protestó. No hay nadie en Acre. La carretera que la une con la siguiente ciudad, que es la capital del estado de Rondonia, demora un día de viaje. En el medio no hay nadie. No hay ciudades, no hay pueblos, no hay villas, no hay caseríos, solo pasto y vacas. Tampoco Rondonia es mercado. La siguiente ciudad, Cuiaba, la capital del siguiente Estado, Matto Grosso, está nuevamente a un día de viaje sin población alguna. Cuiaba, aunque no lo crea, tampoco es mercado. Hace falta viajar otro día más para llegar a una ciudad. Por esa carretera hoy no viaja nadie. El comercio es virtualmente inexistente. Y era previsible.
4,000 Millones de dólares es lo que costó construir en Shangai, China, el Disneylandia más grande del mundo. Eso significa que el Perú con su plata habría podido ir a Disney y mandar construir en el Perú la Disneylandia más grande del mundo. Tener Machu Picchu y el Disneylandia más grande del mundo en el mismo país, convertiría al Perú en una mega potencia turística mundial, generando millones de dólares en ingresos y cientos de miles de puestos de trabajo, retornando la inversión con copiosas ganancias. Ese dinero nunca volverá, ni el capital, ni las ganancias. En lugar de eso tenemos una carretera sin tránsito. Perú exportaba 10 años después de su construcción, 3 millones de dólares anuales por la Interoceánica. Faltan 1,200 años para que el valor de lo exportado equivalga siquiera al costo de la carretera.
Pero bueno fuera ése el único problema: no hicimos una carretera a Acre. Mi generación construyó TRES carreteras a Acre. Así como escucha, tres. Interoceánica Sur, Centro y Norte. Inversión total: cerca de 10,000 millones de dólares. Ni un dólar retornará. Totalmente desperdiciados, cuando deberían y podrían haber vuelto con ganancias para que la nueva generación pueda invertir sus ahorros, más los nuestros más la ganancia. En su lugar, dejamos nada.
¿Qué podríamos haber hecho con 10,000 millones de dólares?
Por 1,000 millones:
Terminar la carretera longitudinal de la sierra, de Bolivia a la sierra de Ecuador, donde está el grueso de la población campesina y la mayoría de los atractivos turísticos de nuestro país.
Por 3,000 millones:
El túnel trasandino, para trenes y autos, que permitiría que Lima saliera a la selva directamente aumentando gigantescamente el consumo en la Región Central del país, que es donde radica la masa de la población. Esto transformaría la economía del país.
Por 4,000 millones:
Un parque de atracciones temático andino, en asociación con Disneylandia u otro proveedor, que por ese precio sería el más grande del mundo.
Con 2,000 millones:
Comprar 100,000 campers o casas rodantes, que permiten poner 5,000 hoteles rodantes en los lugares donde están los atractivos del Perú. No en las ciudades, sino frente a los nevados, al pie de los cañones, en los valles, en los bosques, en las quebradas, ruinas, lagunas y otros miles de maravillas locales que no tienen infraestructura turística. Esto duplica el número de camas disponibles en el país, pasando de 500,000 a 1 millón. Y luego podrían ser subastados por el Estado a los privados, para recuperar la inversión, luego de haber duplicado el PIB turístico.
Todavía quedan 1,000 millones:
Para poner una cadena de frío que una todas las caletas del Perú y permita exportar pesca de consumo, una demanda que tiene décadas desatendida.
Todas estas inversiones se podrían haber realizado en ese mismo espacio de tiempo. Hoy tendríamos un país radicalmente distinto, y además el dinero de vuelta con una ganancia incluída. ¿Pero qué hicimos? Tres carreteras a ningúna parte.
Esta información no requiere un Phd en astrofísica. Requiere simplemente preocuparse por preguntar. Muchos países han creado su infraestructura y se han desarrollado en una sola generación. Singapur pasó de 60 a 6,000 dólares de ingreso per cápita en una generación. Siguiendo un plan. Plan que no tenemos. En las universidades de Corea, Japón y China hay decenas de expertos en cómo integrar la economía con sistemas de transporte. Felices de difundir su conocimiento, saltan un pie si alguien les pregunta. Ningún medio peruano ha preguntado al respecto. EEUU tiene un programa de ejecutivos retirados: te mandan un experto retirado para que hagas consultas, gratis, pagado por el Estado. Naciones Unidas tiene un programa de desarrollo. Si consultas, te manda expertos. Ningún medio peruano ha consultado nada. La información está ahí. La carretera promedio en Alemania cuesta 120,000 dólares el km; en España cuesta 250,000; en Perú, 900,000. Las interoceánicas costaron 4 millones de dólares por km. Los medios dicen que nos mantienen informados. ¿Informados de qué? ¿Cuando ya saltó el chupo? ¿Cuando ya lo perdimos todo?
Acá no termina el problema. Porque algo más de plata logramos ahorrar durante mi generación. Veamos qué hicimos con ella.
Refaccionamiento de la Refinería de la Pampilla.
Costo total: 5,000 millones de dólares. Beneficio: vamos a tener menos plomo en el aire. Beneficio económico: cero. ¿Probabilidad de recuperar la inversión? Ninguna.
Esta inversión no genera rentabilidad económica ni retorno del capital. Su único objetivo es la mejora del medio ambiente retirando el plomo del petróleo que producimos.
¿Qué podríamos haber hecho con 5,000 millones de dólares ?
Veamos. El auto eléctrico más económico cuesta 4,000 dólares. Eso significa que con el 80% de esa inversión, el Estado podría haber comprado 1 millón de autos eléctricos y haberlos dado a la población. Un millón de familias tendrían auto con el aumento en productividad que eso representa. Se habría eliminado totalmente la contaminación con hidrocarburos, no solo retirado el plomo. Con los 1,000 millones restantes se podría poner puestos de recarga por todo el país, recuperando la inversión en la venta de electricidad. Más ganancia. Hoy tendríamos todo ese dinero de vuelta para volverlo a invertir.
Esta decisión de refaccionar La Pampilla fue cubierta desde antes de su convocatoria por todos los medios. Ninguno cuestionó, ninguno preguntó, ninguno pensó en una alternativa. Nadie dijo nada.
Línea 2 del metro.
Costó 4,000 millones de dólares. La línea 2 del metro, décadas antes de empezar con el primer tren, se suponía que era la única que saldría barata. Y la única que ya tenía un trazo lógico. ¿Por qué? porque sigue la ruta del ferrocarril central. Y el ferrocarril ya existe, desde 1850. Funciona, la vía está puesta, los terrenos están expropiados. Se podía acomodar perfectamente una segunda vía, para que sea de ida y vuelta, y en superficie, sin tener que hacer columnas y vigas para sostenerlo en el aire, como la línea 1. En superficie, sobre el suelo en el que ya funciona el ferrocarril central, se podía instalar una segunda línea. Proyecto que tiene décadas.
El costo no sobrepasaba los mil millones. Pero, ¿qué se hizo? ¿Y por qué costó 3,000 millones más?
Porque una funcionaria de nivel medio decidió que el tren debía ser subterráneo. Lo justificó diciendo que un tren de superficie podía poner en riesgo el patrimonio cultural porque aumentaría la vibración sobre el terreno. Se abandonó el terreno existente, ya usado por el ferrocarril central, y se contrató una empresa a un costo de 3,000 millones adicionales para que perforara un túnel que atravesara la ciudad por debajo. Por supuesto, solo había una empresa en Sudamérica con el equipo y la experiencia para hacer esa obra. Pero esa es otra historia. La noticia se publicó, nadie la cuestionó. Todos los medios la aceptaron.
Analicemos, ¿cuál es el patrimonio en la línea del ferrocarril central? ¿Algún muro de quincha de una casona abandonada? ¿Qué posibilidad hay que se caiga con un moderno y amortiguado ferrocarril eléctrico de aluminio, cuando no se ha caído con un ferrocarril de hierro a carbón, cargado de mineral, en 150 años? Bueno ya saben el resto de la historia.
Es el problema de un país donde a nadie se le encarga pensar. Los políticos están ocupados en sus carreras y luego en lograr la hazaña de ganar las elecciones. ¿En qué tiempo, y pagados por quién, creen que se dedican a encontrar un plan de desarrollo? Las ONG solo trabajan en lo que los dueños de su dinero les dicen que trabajen. Las universidades están en crisis. Lo único que tienen los medios para investigar, pensar y analizar son los medios. No solo tienen las herramientas, tienen el acceso, nosotros se los damos. Cuando piden cita a una autoridad van en representación nuestra. Cuando convocan expertos, todos acceden. Ese privilegio se lo damos nosotros. Tienen la capacidad de convocar tanto a las autoridades como a las mejores mentes que han tratado nuestros problemas. No la usan. Tienen el privilegio de que los escuchemos, de que dejemos que nos digan qué es importante saber cada día. De entrar a nuestra cabeza 2 horas cada día. Y nos mantienen des-informados.
Con el dinero que habríamos ahorrado, 3,000 millones, de no hacer la línea subterránea: podemos expandir la línea 1, por superficie, que es muy barato, hasta Chilca al sur y Huaral al norte, creando ciudades satélites descongestionadas y mejorando el tráfico y la calidad de vida.
Falta, otra: algo de plata nos sobró (y ahí si no quedó nada más).
El gasoducto sur peruano.
Obra inconclusa que viene costando 50 millones de dólares anuales mantenerla y en la que el Estado asume préstamos y garantías por 5,000 millones de dólares. No lleva gas porque no está terminada. Pero su costo mayor no es el financiero.
Se nos vendió que se crearía una industria petroquímica, fue una quimera. No se hizo ninguna petroquímica. Para “ayudar” al supuesto desarrollo gasífero petroquímico, se desincentivó la creación de hidroeléctricas, fuente natural de energía en Perú cuya vida útil, a diferencia del gas, una vez construidas, es de décadas más allá de cuando se acabe este último.
La ventaja de las hidroeléctricas en la costa es que, además de producir electricidad verde, regulan, mejoran y aumentan la capacidad de riego. Permiten que, junto a la hidroeléctrica, se creen irrigaciones y así aumentar la oferta de tierra agrícola. Ese costo alternativo fue altísimo para nosotros. El Perú estaba viviendo un auge agroexportador y necesitaba, como necesita aún, que se hicieran represas e hidroeléctricas en todos los 52 ríos de la costa. De forma que toda la costa se sumase al auge agro exportador ya que, a diferencia del gas, las irrigaciones crean cientos de miles de puestos de trabajo. La agricultura sigue siendo el mayor empleador. Es algo que involucra a toda la población y que, distinta de la industria petroquímica del gas -de la que no sabemos nada y requiere un capital que no tenemos y competimos con monstruos en agro exportación, sí tenemos skills, expertise, capital y experiencia para seguir creciendo. Teníamos un as bajo la manga para el desarrollo, nuestra competitividad agro exportadora. Sin embargo, al desincentivar las hidroeléctricas en favor del gas, se le metió freno al crecimiento de las exportaciones no tradicionales.
Con lo comprometido en el gasoducto, hoy tendríamos verde todo el desierto costero. Y estaríamos batiendo récords en agroexportaciones. En lugar de eso, tenemos un gasoducto que se quedará sin gas en unos años y que, además, no está terminado. Ese dinero tampoco regresará.
¿Y qué dijo la prensa cuando el gobierno desincentivó las hidroeléctricas y cambió la matriz energética para incentivar el gas? Lo difundió sin queja ni miramientos, podríamos decir que hasta lo aplaudió.
Ahora nos preguntamos, ¿en qué momento se jodió el Perú ?
La Academia
En la universidad nos entrenaron a pensar en la realidad del Perú, en analizarla y entender qué se necesita cambiar para mejorar. Leímos El antiimperialismo y el APRA y nos enteramos de que el Perú no se podía desarrollar por fuerzas gigantescas, de imperios transatlánticos que nos meten zancadilla y que requieren una lucha titánica de generaciones de latinoamericanos unidos para vencerlos.
Estudiamos en Mariategui y nos metimos en problemas todavía más complejos. El subdesarrollo intelectual, la copia de patrones extranjeros, la mejora de la educación, el problema del indio y la tierra, la coexistencia de sociedades en tiempos históricos distintos, las reivindicaciones milenarias.
O estudiamos a Basadre y nos enamoramos de las posibilidades no definidas de un país lleno de problemas.
Pero de qué nos sirvió o, más aún, ¿qué tuvieron que ver? Nuestra generación dejó pasar la oportunidad del desarrollo aquí y ahora, delante suyo. En no más de una docena de decisiones puntuales. Una docena de malas decisiones de inversión pública, difundidas y nunca analizadas, acabaron con toda oportunidad de desarrollo para mi generación. Sumaron cero. Fue una generación perdida. Sin que tuvieran nada que ver el ogro del imperialismo, ni la lucha de clases irresoluble por milenios.
Nos enseñaron que los contratos del guano fueron perjudiciales para el país. Pero los contratos del guano nos dieron los ferrocarriles que aún usamos para exportar nuestros minerales y 150 años más tarde. No se comparan con las inversiones que hemos hecho nosotros. Ojalá tuviéramos más Meiggs en el Perú.
No podemos echarle la culpa a nada ni a nadie. Esto nos sucedió a nosotros, cuando nosotros estábamos a cargo. Delante de nuestros ojos.
Si a alguien hay que señalar es a quien mandamos a informarnos, a quien dijimos: anda, ve qué está pasando, averigua, pregunta, ingresa a los despachos del poder y dime qué es importante que yo sepa. De qué me debo enterar, regresa e infórmame. Pero nuestra prensa no nos informó de nada.
La pregunta es ¿en qué momento la prensa jodió al Perú?
Racso Miro Quesada V
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